Sueño hecho realidad

Sueño hecho realidad
Leonid Afremov

viernes, 30 de agosto de 2019

Empatía para el mundo entero

Hoy me conmovió un escrito que leí titulado "¡Jódete!" y quisiera compartirlo al final de esta publicación. Pero aprovecho este espacio para expresar un análisis personal. He pasado algunos meses complicados, aún sigo tratándolos de asimilar... Pudiera parecer que es un tema distinto, pero creo que finalmente ambas situaciones nos llevan a la misma reflexión, la falta de empatía.

Me he pasado días y horas enteras tratando de comprender y encontrar una respuesta en este proceso, y sí, tengo mil, pero hay una constante que asalta mis pensamientos "empatía". Si Dios me diera hoy la oportunidad de concederme algo, sin titubear le pediría "empatía" para el mundo entero; sigo orando por ello. 

Por momentos pensé que la respuesta a los problemas podría ser la justicia, el respeto, la gratitud, el amor, la seguridad, la autoestima, en fin, pero todos mis planteamientos inmediatamente se resolvían con empatía.

Si tan sólo demostráramos un poco de empatía hacía los demás, pensaríamos antes lastimar con nuestros actos y palabras, dejaríamos de hacer juicios erróneos que destruyen personas o relaciones, buscaríamos tender una mano a quien lo necesite antes que saciar nuestros rencores y envidias, ayudaríamos a construir en lugar de destruir proyectos de vida, le daríamos a cada persona un lugar al cual pertenecer sin minimizarlos, enalteceríamos la buena voluntad de las personas en vez de humillarlos, dialogaríamos con respeto buscando acuerdos de paz en lugar de crear conflictos irreconciliables, seríamos incondicionales para los demás y no trataríamos de dividir y manipular voluntades, permitiríamos la libre expresión del afecto sin forzar a los demás, sabríamos respetar la intimidad de las personas sin entrometernos, entenderíamos las respuestas ante el dolor y las injusticias. Nos veríamos más a menudo a los ojos y nos trataríamos con compasión.

Con "EMPATÍA" demostramos "AMOR". Y el amor nos lleva a caminar de la mano con el respeto, la equidad, la justicia, la gratitud, la honestidad, la comprensión, la generosidad... actos que nos hacen crecer y mejorar cada día como personas, que nos facilitan el perdón, y nos llevan a entender que la mayor satisfacción y la única forma de trascender es a través del servicio a los demás. 

Por último, rescato este breve párrafo que justo resume la manera en que deberíamos actuar cada día: "Nunca está mal expresar cariño aunque el otro no pueda recibirlo". 

Pasaré sólo una vez por esta vida y cualquier acto de bondad hacía los demás lo haré ahora porque no pasaré de nuevo por este camino.

Carolina Estrada C.

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¡Jódete!
Escrito por: Laura Szmuch 🦋

Marisa -4 años- jugaba con los cubiertos en la mesa. Su papá le dijo que se quedara quieta. Pero antes de terminar de darse cuenta de qué le decían, su codito tumbó el vaso de agua. “Ahora te jodes y no tomas nada”, le dijo papi. Y ella, pequeñita, entendió que había que joderse, sin entender muy bien qué era lo que había pasado.

Luisina -2 años- corría por el patio de su casa. Su abuelo le dijo que no corriera, que se iba a caer. Y Lu, obediente, se cayó. “Jódete”, le dijo el abuelito. Y ella sintió que tenía la culpa de algo que no sabía muy bien qué era…

Isa acarició al gatito que vio en la calle. Y el gatito la arañó. “Jódete”, le dijo su mamá. “Así aprendes a no tocar animales que no conoces”. Y así, aprendimos a jodernos. A creer que habíamos hecho algo mal. Y así, aprendimos a decirle al otro o a la otra que se jodan. 

Y así, desde pequeños, se nos desdibujó la compasión, se nos fomentó la saña, se nos apartó de la maravilla de ser un poco más humanos.

Que nadie se joda si podemos decirle a Marisa que juegue, que sea feliz. Que le podemos llenar el vaso otra vez.

Que nadie se joda si le podemos decir a Luisina que corra, que se divierta, que disfrute de sus piernas, de la brisa en su piel. ¿Y si se cae? le damos la Mano, la ayudamos a que se levante, la abrazamos, y le decimos que una caída no es grave.

Que Isa sepa que nunca está mal expresar cariño, aunque el otro no pueda recibirlo.

Para que cuando Marisa, Luisina e Isa sean grandes, no digan por ahí indiscriminadamente: “¡Jódete!, tú te lo buscaste”. 

Para que cuando Marisa, Luisina e Isa crezcan, no desplieguen el dedito acusador que les enseñaron a ellas, cuando de tan pequeñas que eran, no se dieron cuenta de que les filtraron por el subconsciente la falta de sensibilidad por lo que le pasa al otro.

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