Sueño hecho realidad

Sueño hecho realidad
Leonid Afremov

jueves, 29 de mayo de 2008

DON QUIJOTE. Ensayo

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

(Relación con la idea culturalmente adquirida sobre las etapas del Adulto Medio y Adulto Tardío, y su influencia sobre este proceso del desarrollo)


Es posible que muchos sientan compasión por las desdichas de Don Quijote; todo le salía mal como si fuera el más desafortunado de los seres, sin embargo, me asombra ver que tuviera palabras generosas para perdonar su propia inutilidad. El relato nos permite entender que estaba enfermo de un envejecimiento prematuro, y como tal su narrador se encargó de ofrecer detalles (síntomas y signos) de su progresivo deterioro mental. Para don Miguel de Cervantes no fue difícil hallar un modelo, o varios, para describir al enfermo, pues fue un preso y, escribió la historia de Don Quijote, anotando que se engendró en una cárcel, “donde toda incomodidad tiene su asiento y donde todo triste ruido hace su habitación”. Una muchedumbre en decadencia y sufrimiento pasó por su vista, y en su memoria habrá anotado lo que padece el hombre que envejece, que no es para reír ciertamente. Como consecuencia, su notable pluma trazó la figura del hidalgo. Podemos relacionar los aspectos sociales de la geriatría con la motivación que tuvo el escritor para concebir de esa manera a su personaje por cuanto el habrá observado, y la actitud asumida por nosotros los lectores influida por la idea que formulamos del relato y el sentimiento que nos produce, debido a la idea preconcebida por una sociedad que trasmite estas creencias sobre la vejez, como en este caso se ve plasmado en un libro que ha perdurado por cientos de años y ha ejercido gran influencia en la cultura hasta la actualidad.

Señor de su hacienda, respetado por los campesinos de la vecindad, indolente para preocuparse del ser cercano, sólo raramente recibía las noticias de gente que vivía alrededor de sus propiedades. Más que estar enterado de lo que pasaba en las proximidades, recordaba con dificultad lo que le había sucedido a la gente en años ya muy pasados. “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años; era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro…” Se apellidaría Quijada o Quesada o más bien el Que-nada-sabe de las necesidades de los pobres. No tenía tiempo para ocuparse de él ni de la gentualla, porque le dio en leer sin fatigarse libros de caballerías, por los cuales pagaba desatinadamente mucha cantidad que debía emplear en las sembraduras. Desde ese momento, este señor, “que por conjeturas verosímiles se deja entender que se llamaba Quijano”, descuidó la administración de su hacienda y empezó a mostrar una serie larga de modificaciones en su personalidad. Un ama, una sobrina y algunos mozos, que cuidaban de él, no se percataron de ello.

La sucesión casi ilimitada de síntomas estuvo en marcha cuando escogió su nuevo nombre, el de Don Quijote de la Mancha, apelativo estruendoso destinado a asombrar al mundo con sus hazañas explosivas. Se encargó de darle un matiz nuevo a su existencia, hasta entonces gris y sin relieve, buscando la supervivencia no solo de su cuerpo sino de sus ideales en una serie de fantasías que fueron la cumbre de las realizaciones en un hombre sin atributos físicos, artísticos o profesionales. Aquí es donde vemos reflejada una verdad palpable sobre la forma y el rol de vida que asumen muchas veces quienes han entrado en estas últimas etapas del desarrollo, donde la devaluación de la autoestima, el aislamiento y el refugio en la nostalgia, es para estas personas una característica notable.

Me pongo a pensar por qué dejó súbitamente la mesa de sus lecturas, estiró la espalda dolorida y contracturas musculares, y se puso de pie, “le pareció convenible y necesario, así para el aumento de su honra como para el servicio de su república, hacerse caballero andante e irse por todo el mundo con sus armas y caballo a buscar las aventuras”, por qué será que cambia la sustancia humana. Debe haber una zona orgánica que modifica los enjambres humorales para que los seres agarren sus sueños más accesibles para amasarlos y darles formas de molde para que su propio cuerpo se encaje allí. Decidió Don Quijote que tenía que enfrentarse a una sociedad inconforme, sin pensar que algo deforme se sedimentaba en el interior de sus arterias cerebrales. Las condiciones sociales, reglas y aspectos culturares, son las que influyeron sobre la organización y funcionamiento de su personalidad, reforzándola, por lo tanto, se determino de esta forma su proceso de desarrollo.

Caminante en los campos de la Mancha, ubicándose en las encrucijadas de los caminos, se volvió la silueta del bienhechor que interviene en una competencia intencional entre lo que su cuerpo puede y lo que sus fantasías lo estimulan. “Y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba, le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído” estaba inmerso tan profundamente en las leyendas que sus esbozos no eran propios sino ajenos. Y podemos percatarnos con esto de la autoimagen que él tenía sobre su cuerpo, haciéndose notar su narcisismo en la forma de relacionarse con su entorno.

La narración muestra el inesperado descalabro de la personalidad. Desde el instante que montó su Rocinante, el hidalgo estaba viviendo en una confusión imperceptible para sus sentidos. La conciencia empezó a transitar por un túnel negro que llevaba a una vía de incertidumbre, por culpa de “tales libros, que así han echado a perder el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha”. Y tal vez no fueron demenciales sus aires, sino que vivió las injusticias de este mundo, la pobreza y la ignorancia acompañante. Si no todas las personas llegan a tener escrúpulos, algunas son más sensibles y se ven obligadas a arremeter contra molinos de viento, es decir, contra la injusticia del prójimo, posiblemente pudiera esto ser una causa que desate la alteración de la conciencia. Donde vemos la manifestación de una contracultura y trasgresión personal, consecuencia de las normas culturales de una sociedad.

De loco tildamos a un individuo que nos entretiene. Que si fuera un actor de teatro o un payaso de circo sería un elogio darle ese apodo, pues lograría el grado máximo de su actuación; pero no se puede menospreciar de buenas a primeras a una persona que borra su ocio con la lectura de libros. Inexplicable es el comportamiento humano. El de don Quijote lo fue, evidentemente.

Este señor manchego fue normal, como cualquier otro, corriente aunque adinerado, que sólo es digno de que alguien lo mire cuando comienza la primera página “en algún lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme…” Los disparates de un enfermo son síntomas para uno y motivo de risa para otro, pues lo que se escapa de lo habitual es enajenación, y si tiene gestos imprudentes, son manías comparables a los movimientos de los payasos de feria. Con la aparición de los indicios de un cuerpo caduco, adelantándose al medir cronológico, Don Quijote habrá sentido como algo intermitente y fugaz, la pérdida de la memoria, y huyó a un mundo inventado para no manifestar su envejecimiento prematuro. Así fue como obtuvo un aprendizaje, observando e imaginando con las novelas de caballería, pero este fallo en la modelación de su conducta y asumió un papel que poco a poco lo alejo de la realidad.

El dato más significativo de sus primeras andanzas está en la amnesia retrógrada: el olvido de su infancia, donde habría aprendido de sus progenitores las reglas de la buena conducta, del saber deslindar lo malo de lo bueno y lo falso de lo verdadero, y las diversiones figuradas de los cuentos de hadas; para llegar, en su avanzada adultez, más a sumirse en una dependencia a las contingencias de caballerías y perder el nexo con la realidad, donde no todo puede ser perfección.
El espíritu no puede entrar en una reserva, condicionada por la actitud de los gestos y actos humanos, porque no existe ese plano, queriendo inhabilitar los juicios de los demás simplemente por la disposición realista; y la consecuencia es que el hombre se refugia en la invención o en la mentira para consigo mismo.

Hablando de don Quijote es necesario fundamentar que también es un signo patológico el infligir daño y dolor, pero quizás es mayor, porque se atenta a la propia persona, cuando ésta gusta de ser dañada. El estado marchito de nuestro caballero, no atravesando una edad caduca, explica un rendirse a las condiciones externas, dejándose llevar por un mórbido afán de sufrir daño de parte de aquellos a los que arroja su irreverencia oportuna, junto a su postura gallarda y su explicación noble. Es un enfrentamiento en el subconsciente entre la carne y el espíritu.

El tiempo no es una invención, es lo que la vida deja en la piel, por eso aun cuando en el primer capítulo se lee: “Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años…” él la tenía marchita por acción de motivos variados. Y si la preocupación, la nostalgia, el abandono, pueden formar arrugas en los exteriores corporales, había que sumar la edad cronológica con la edad agresora que estropea las arterias en su luz. El tiempo es el que hace jóvenes viejos, porque para algunos las estaciones se quedaron fijadas en un otoño eterno. Nuestro personaje no tenía el desbarajuste de la imaginación, porque cuando los tiempos buenos se han marchado, ya no hay imaginación sino nostalgia. Dígase lo que se diga, don Quijote vivía solo, y habitaba el espacio de las ausencias. Tenía el motivo idóneo para no hallar en la resignación otra cosa que los factores humorales o psicológicos que endurecieron sus arterias.

El problema de la sequedad orgánica radica en que las largas horas de esperanza y de nostalgias, engañan al humano haciéndole pensar en que llegaron los períodos marchitos de la existencia, localizados en el volumen intangible de los pensamientos. El derrumbe de su personalidad se volvió causa y no efecto de la resignación. Terminó siendo burla porque podía sostener sus huesos y musculatura, pero ya no la congruencia de su comprensión.

Seguir el curso de los años interesándose por el medio y no por el organismo propio es caer en el rigor, que significa que nada se dilata, que se pierde la elasticidad, porque la sequedad impide renovaciones. Don Quijote disimuló las dosis de irracionalidad que cicatrizan con apuro, pero no se curan sin deformaciones. Salió a crear aventuras llevando los sentimientos del audaz y “con el más delicado entendimiento que había en toda la Mancha” sin sospechar que ellas desquiciarían su existencia.

Su ofuscación, sorda a los consejos, mudaba ésos en opciones de fábula. No podía creer en milagros, y por eso en sus intuiciones narraba una mezcla de ideas pasadas y espejismos actuales. Las experiencias eran nulas; y las alucinaciones, incorregibles. Su salida primeriza fue la suma de todas esas características y de un desarreglo mental desatado, aunque parecía que había hecho un listado de las cosas que necesitaba un caballero de sus condiciones. Pensó en la heráldica, la hidalguía, y en el abolengo de sus mentores, y en los pasos a imitar. Sus fantasías le hicieron escapar de su aislamiento enfermizo, negando lo que él mismo alguna vez temiera: de que si un sujeto se muestra solitario, es por estar incivilizado. A nadie le había pedido nada, a nadie molestaría, él sentía que era su vida la que utilizaría en sus arranques, y si ignoraba en qué acabaría, sentía que sería protagonista de una obra culminante.

Lo importante en la acción es lo que él ejecuta y, más aún, sus antagonismos precarios, lo que indica que sus arrestos son prestados, mundanos pero insostenibles, como adquiridos a base de imitación mal calcada.

Con nuestro dictamen de la salud de don Alonso Quijano quisiéramos acercarnos a lo que sentía cuando no podía prever los cambios que se iban produciendo en su vida. Esas modificaciones involutivas que sufren todos los humanos, y que no perciben, aun cuando toda su existencia es una lucha biológica contra el tiempo. Él era un personaje con debilidades, como todos los demás, que no se quejaba de tenerlas, o que no quería buscar la fuerza interior que inducía un incremento de aquéllas, comprobando así lo frágil de la condición humana.
Indudablemente se vio amenazado por el fantasma del envejecimiento, pues él pretendía no soltarse de la vida apegándose a un enamoramiento ingenuo de joven. Las ruinas no suelen disfrazarse porque la vejez es inexorable.

Don Quijote, tuvo delirios en su agravamiento temporal, su mente guardó lo favorable y no lo caído en su humanidad. Vivió como un espectro único porque pudo compartir sus ansias y sus ideas solamente consigo mismo, volviéndolo un ermitaño que se metía en su soledad para prestar la atención máxima al único medio que tenía de escapar más de una sociedad que no quería acompañarlo. Afortunadamente, después logró encontrar un acompañante de aventuras, como lo fue Sancho, aunque en un principio se mostró renuente, después se convirtió en una parte esencial en el proceso de esta etapa de vida de Don Quijote; como aquel anciano que encuentra quien lo asista.

Tenía una fijación con la llamada Dulcinea del Toboso; cavilaba en el apesadumbrado y atolondrado pensamiento del caballero que había llegado al enamoramiento, incomprensible también en una edad muy lejana de las efervescencias juveniles. La estructuración mental de su dama se basaba en la memoria claudicante, en la inadaptación de los sentimientos con su estado enfermo, y en sus figuraciones desproporcionadas del presente. Como un anciano achacoso que repite reiterativamente sus dolencias, don Quijote halagaba desde la lejanía a su Emperatriz de la Mancha, y su nombre tenía que aparecer en todas sus aventuras. Su aferramiento a un recuerdo ficticio, de aquel que es más bien agravio de lo razonable, mostraba cuan afectado estaba en sus funciones asociativas.

Fue la conmiseración de sus amigos que procuraba disimular las apariencias, y si bien lo querían devolver a su hogar, el seguirle la corriente imaginativa, aumentaba la insensatez de ese sacrificio humano. Se dice que es la bondad sumándose a la solidaridad ese afán innato de colaborar pero el resultado es adverso e implacable.

Finalmente, concluyo con la impresión que me causo el leer una parte de esta maravillosa historia, ya que nunca pensé que pudiera hacerse un análisis tan enriquecedor donde, se ve claramente reflejada una cultura que ha trascendido y perdurado a través de los tiempos, al menos en su esencia, lo que me hace pensar que el proceso de cambio social se torna difícil, pero que en ocasiones es importante y vale la pena arriesgarse a modificar la cultura en pro del bienestar de los individuos y de toda una sociedad.


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domingo, 18 de mayo de 2008

Mi Respiro...

Han pasado varias semanas y la situación empeora, aunque se que por momentos hay chispazos que aparentan ser señal de que llegara la "luz" pero no es así. Creo que llego el momento de ver todo con claridad y quiero dar un paso adelante, no imagine que la respuesta llegaría de esta manera, un mal para algunos puede ser el beneficio de otros y lamentablemente hoy fue así.

Me resulta curioso observarme y verme en el lugar que no se diseño para mí, el sitio que no elegiría sino no supiera que estoy ahí, el paisaje que no pintaría para mí, tolerar lo que no tolero y callar cuando no quiero…

Por fortuna, todo, hasta la vida, es pasajero. Es por eso que hoy regreso lo que me fue prestado.

Decido ser libre, decido ser feliz, decido expresarme, decido vivir, decido reírme, decido SEGUIR… contigo o sin ti. Me fue otorgado cuando nací el derecho de elegir, cuanto quisiera podértelo compartir. Que no lloraras, que nadie te callara, que solo te amaran y pudieras ser siempre feliz.

Te has convertido en un modelo para mí, aunque no todo lo tuyo quisiera reproducir, gracias a eso hoy me alejo para no caer justo ahí. Te tengo un cariño inmenso y no soporto verte sufrir. Si sanarte no puedo, ni hacer algo por ti, prefiero alejarme para no verte así. Tu tesoro te entrego pues no podría hacerme feliz así. Igual agradezco todo lo que de ustedes recibí. Contigo comparto esto que encontré pensando en ti:




Mujer, esposa, madre, amante…
Ojos tristes, angustia en tu interior.
¡No disimules tu dolor!
No lo ocultes, no lo disculpes…

No digas: “mañana cambiará”.
Son como lobos que se ceban
Con las presas fáciles a las que dicen amar.

Grita: ¡Basta!
Lucha por tu libertad,
Por tu dignidad.
No más infamia en el interior de tu hogar.

Mujer, Dios te hizo única,
No permitas que ningún “hombre”
Destruya tu identidad.

viernes, 16 de mayo de 2008

Mi Pintura



Perdida, así me siento.
En un espacio vacío donde todo es aire.
¿Como buscar?, ¿dónde palpar?, ¿que voy a encontrar?
Una respuesta, la incógnita de esta duda.
Las ideas retumban y me nublan.



El corazón disminuye su ritmo, nada lo acelera, ¿que será?
El tiempo pasara y una acción se tendrá que manifestar.
¿Inconformidad?, ¿felicidad?, ¿que me esperará?
Algo tiene que llegar, en neblinas no quiero estar.
Una luz quiero encontrar y mi camino hallar.



¿Quién me guiará?, tus latidos no escucho más.
Respiro, imagino y te inmortalizo.
¿Dónde estas? Tu mirada no siento ya.
¿Acaso esto una pintura se volverá?...
Quizá, el cuadro que no quería mirar.


Carolina Estrada Carlos.